Esta es la entrevista más antigua a Dum Dum Pacheco de la que tenemos conocimiento hasta ahora. Con apenas media docena de combates profesionales disputados, Rafael Marichalar se interesa desde el diario Pueblo por la carrera de Dum Dum.
Es la primera vez que hemos encontrado mención explícita por su parte a la banda de los Ojos Negros de la que de alguna manera se desvincula, si bien con algunos de sus miembros mantuvo amistad y relación durante décadas.
El paso del tiempo no ha jugado a favor de la conservación de este documento. La transcribimos más abajo para facilitar su lectura.
“DUM DUM” PACHECO: DE LA CÁRCEL AL BOXEO
Por Rafael Marichalar
–Yo he sido un rebelde…
A partir de esta expresión, pronunciada por un joven de veintiún años, se puede comprender el pasado oscuro en una etapa de la vida delictiva y azarosa de este muchacho que en plena adolescencia fue a parar a la cárcel para una vez en libertad saltar al mundo del boxeo, y reformado emprender el camino del orden y la disciplina.
–Sí, yo he sido siempre un rebelde.
–Pero ¿por qué?
–Desde muy pequeño me pegaba con todo el mundo. Siempre estaba metido en jaleos.
–¿Y de ese afan le viene su afición al pugilismo?
–Pues sí. Los amigos me dijeron siempre que debería dedicarme al boxeo y lo decidí un día.
–¿Y antes qué circunstancias le llevaron a aquella situación grave?
–Pues conocí a unas personas que pertenecían a la banda de «Los ojos negros» y…
Bueno, el caso es que José Luis Pacheco —conocido en el mundo del boxeo por «Dum Dum» Pacheco– hubo de cumplir una condena de tres años de prisión. Y que incluso llegó a estar acusado de asesinato. Se le culpaba de la muerte de un amigo suyo que pereció electrocutado en unos cables de alta tensión, recayendo la culpabilidad del accidente mortal sobre José Luis Pacheco, porque se dijo que él había empujado a su amigo sobre los cables. Pero aquella acusación era falsa. El boxeador, un tipo con personalidad, me decía ayer:
–En el fondo me alegro de que la policía me detuviera entonces y que luego me enviarán a la cárcel.
–¿Y por qué se alegra?
–Porque así he podido cambiar, ahora olvidado todo, soy una persona normal dispuesta a ganarme la vida con toda decencia. Soy otro. Quién sabe dónde hubiera podido llegar.
NECESITO EL BOXEO
Si usted lo encuentra por la calle es muy posible que no lo identifique como un boxeador. Puedes ser todo lo contrario. Un hombre que fuera del ring no parece ser un intérprete de este deporte duro, arriesgado y , como bien claro está, donde pueden encontrarse todo tipo de historias (… desgarro del papel …)
–¿Estudios?
–Bachillerato hasta el cuarto año
–Y luego ¿qué hizo?
–Trabajar.
–¿En qué?
–Era empapelador y también trabajé algún tiempo en el fotograbado.
–¿Qué es para usted el boxeo?
–Una necesidad.
–¿En qué sentido?
–Necesito boxear. Yo después de un combate me quedo muy satisfecho…
(…)
–¿Cuántos combates ha disputado?
–Treinta
–¿Y de profesional?
–Seis.
–¿Perdió alguno?
–Sí, uno.
Me cuentan que la derrota en el campo profesional se debió a su agotamiento físico. No subió en muy buenas condiciones al ring. Hubo en los días previos algunas horas de más vividas en el placer de la diversión nocturna. Y Pacheco, gran pegador y, desde luego buen boxeador, se cansó de proyectar los puños sobre su rival y viendo que este no caía al suelo optó por abandonar (…)
–¿Está usted bien pagado?
–No me quejo. Pero no me gusta hablar de esto.
(…)
–Bueno, pues estimo que en mi caso no tengo quejas.
–¿Pasa hambre?
–No. Estoy bien alimentado.
–¿Con quién vive?
–Con mis padres y mis hermanos.
–¿Dónde?
–En Carabanchel.
–¿Es una vivienda buena?
–Sí, es un piso confortable.
–¿A dónde pretende llegar boxeando?
–Quiero ganar dinero.
–¿Qué hará con la primera cantidad importante que consiga?
–Mi ilusión en estos momentos es ganar dinero, lo suficiente para comprar…
–¿Qué quiere adquirir?
José Luis Pacheco se pone serio. Parece como querer en este mismo instante realizar algo que desea. Sigue hablando:
–Me considero culpable de que mi madre –me enseña una fotografía que saca de la cartera– haya envejecido en poco tiempo.
Prosigue:
–La he dado muchos disgustos y mi mayor alegría e que un día pueda comprarla lo que se merece y contribuir a su felicidad.
–Mire, una madre prefiere la felicidad de su hijo y su bienestar y, sobre todo, que usted no vuelva a disgustarla porque eso será una razón para ella sentirse feliz. Estoy seguro que su madre, como todas, desea su caminar ordenado por la vida que cualquier cosa que pueda usted pomprarle. A una madre el mejor regalo que puede hacérsele es comportarse con cariño hacia ella. Ser un buen chico.
—Ya lo sé. Le aseguro que quiero a partir de ahora proporcionarle todas las satifacciones posibles para hacerla olvidar los disgustos que la he ocasionado.
–Un boxeador tiene que ser un hombre sometido una fuerte disciplina. No puede hacer cosas que otros hombres se pueden permitir. Usted: ¿fuma?
–No.
–¿Le gusta el alcohol?
–No bebo.
–Me han dicho que trabajaba en una discoteca. Y es difícil en un local de este tipo abstenerse ¿No le parece?
–Pues no bebo. Además ya he dejado el club. Era algo que me desprestigiaba.
–Yo de vez en cuando salgo porque soy un hombre. Pero habitualmente me cuido mucho. La mejor forma de no estar en situaciones difíciles, perjudiciales, es no trasnochando.
José Luis Pacheco, con su pelo largo, su bigote de película y su traje de pana a la última moda se alejó. No solamente tiene buenos propósitos que deseamos cumpla sino una ilusión elogiable por restituir a su madre tantos malos ratos como la hizo pasar. Esto le ennoblece.